Historia de un sábado por la tarde

Modo de lectura: Leer sin compasión y luego tomar un chocolate caliente.

Acababa de enseñar a una amiga el tema de algoritmos; era sábado y mientras me dirigía con paso lentos a la puerta tres de mi universidad, hilvanaba posibles historias para un concurso de blogs en el que quería participar, rondaban por mi cabeza una historia incaica, otra corta como el relámpago y aquella que se diluía en laberintos mentales, también rondaban acosándome “historias” con nombre y sin historia, otras ya creadas y fermentando para alcanzar el punto. También pensaba en el viaje que haría ese día a provincia por razones teatrales.

Tome distraído el primer carro que se me cruzó y tenía mi ruta, estaba repleto de gente, parecíamos sardinas, quede apretado por la colosal masa humana al lado del cobrador y con el pie involuntariamente puesto cerca de la bisagra de la puerta, cuando el carro arrancó y el cobrador cerró fuertemente la puerta me aplastó el pie izquierdo, grité y no me importó que todos los pasajeros voltearan a verme, estaba casi seguro que al sacarme el zapato en casa encontraría la uña destapada y mucha sangre en la media; cojee hasta el fondo del microbús para evitar estrangular al cobrador que fiel a su dogma permanecía impertérrito.

La verdad es que soy muy distraído y siempre se me olvidan las cosas, una de las cosas que más olvido son los nombres de las comidas y el lugar donde dejé por última vez un objeto (incluso si acabo de dejarlo hace once segundos), ese don (?) me ayudó también a olvidar el dolor y distraído como soy observaba por la ventana del carro el parque circular de enero, el de los enamorados y los robos con rosas y chocolates, la calle de las flores antediluvianas y la otra de las casas igual de antiquísimas. Contemplaba toda la fauna de los mercados con los ojos idos en pensamientos más bien románticos.

Sentí una vibración en mi bolsillo y otra pequeña, imperceptible en lo profundo de mi pecho; tomé el celular, -Hola pa’- dije, -Vas a venir a Carhuamayo hoy ¿verdad?- preguntó mi padre, -sip- respondí, -entonces tocas la puerta, tu abuelo te va a abrir, nosotros vamos a estar en un velorio- la vibración crece, se magnifica, -¿Quién murió?-, -tu tío Rosario-, mi pecho es ahora un temblor y no ya solo una mera corazonada, crece exponencialmente, toma el camino de mi garganta, sale por la boca y no puedo contenerla –¡Puta madre!-, no me importa haber llamado la atención por segunda vez, algunos incluso se alejan por precaución; al otro lado de la línea mi padre queda mudo, -Esta bien, nos vemos mañana…, chao-. Siento que mi alma se estruja, y me siento sólo y vulnerable a todo, un asiento se desocupa y caído allí, descarnado; una vendedora ambulante ofrece chocolates Cañonazo y recuerdo que se supone que el chocolate da alegría, compro dos y ni siquiera recuerdo el vuelto, como compulsivamente el par de barras en menos de treinta segundos, -dame alegría maldita sea…-, ¿fui muy lento o el chocolate es inefectivo? no, él murió muy rápido; una gorda y salada lágrima rueda por mi mejilla y cae en mis enchocolatados y temblorosos labios…

7 comentarios:

Jonathan Nolasco Barrientos dijo...

buena, ah!,oye x q dice"tio rosario", no es tia? lo demas prefect,tengo un par de ideas para un nuevo cuento me buscas y te las doy....

Deoxyseia dijo...

No pues, es que era tio pero se llamaba Rosario, al parecer antes este nombre era unisex.

Deoxyseia dijo...

Corrección: Según me dijo mi padre, hermano de mi tío le pusieron ese nombre porque antes la persona debía tener el nombre de la fecha en que nació, es decir el nombre que aparece en el calendario. Por ello el quedo con el nombre de Rosario.

Edgar Arteaga Valverde dijo...

Bueno la historia tuvo momentos interesantes. Aunque la verdad, y espero que aceptes mi crítica, creo que faltó un poco de sazón a la historia, me parece que un monólogo interior más profundo del personaje principal hubiera ayudado a que la historia tuviera un poco más de sentido psicológico que es lo que nos gusta a muchos.

Deoxyseia dijo...

Gracias Edgar, voy a ver que puedo hacer, normalmente escribo una historia en un momento de inspiración y luego no lo vuelvo a revisar, creo que tiene sentido.
¡Espero más comentarios críticos tuyos para seguir mejorando!

Deletérea dijo...

Elvis, me emocionó tu historia, y cuando supe que fue lo que experimentaste, aunque quieres que los lectores sientan por sí mismos tu experiencia, yo terminé de leerla con una mirada ausente y absorta, que significa que de alguna manera mi ser se puso en el lugar del personaje. Además puedo notar que, aunque tú seas el personaje principal, te describes observándote desde fuera de ti mismo, para que los que te observan como lectores "que no entran en el papel", o algunas personas indiferentes del bus, sientan la necesidad de tratar de comprender. Saludos amigo.

Edgar, recuerdas la clase del profe de Lenguaje y Comunicación, Salas Campos. Se supone que...la finalidad del lenguaje es "satisfacer necesidades expresivas", así que yo opino que la Historia de un sábado por la tarde, que es real, es lo que quise leer de lo que le pasó a mi amigo Elvis, ponte en su lugar, el del personaje, y verás qué no es necesaria más profundidád, pues ya se encuentra, aunque tácita. Atentamente,
Deletérea.

Deoxyseia dijo...

Gracias Deletérea!!!, la verdad no he vuelto a leer esta historia desde que la escribí pero por lo visto es la más leída de la corriente realista de mi blog con siete comentarios, si sentiste eso al leerlo es porque tratas, de veras, de sentir lo que pretendo transmitir, por ello gracias.

Se que esta historia sería mejor con tus correciones las cuales, por cierto, espero con muchas ansias al igual que tu historia.

Saludos!